Vivimos en una época fascinante. La inteligencia artificial, los algoritmos predictivos y los dashboards de datos en tiempo real prometen transformar la forma en que gestionamos la seguridad en los entornos de trabajo. Desde sensores que detectan fatiga hasta modelos que anticipan incidentes, la tecnología está ayudando a reducir riesgos antes incluso de que se materialicen.
Pero hay algo que ningún modelo puede replicar: la conexión humana.
Como psicóloga organizacional, experta en neuroprevención y en programas de Seguridad Basada en el Comportamiento (SBC), he sido testigo directa de una verdad incuestionable:
La prevención más poderosa no comienza en un sistema, sino en el cerebro y en el corazón de quienes lideran.
El mito de que los datos lo resuelven todo
Durante una intervención en una minera de gran escala en Perú, uno de los supervisores me dijo en una sesión de coaching:
“Carmen, tenemos sensores por todos lados, pero igual la gente se accidenta… ¿Qué estamos haciendo mal?”
Le respondí con una pregunta que abrió una puerta:
¿Cómo estás cuidando emocionalmente a tu equipo?
Los dashboards eran impecables, pero el clima emocional era tenso, los líderes no estaban visibles en campo, y las personas no se sentían escuchadas. En esa misma empresa implementamos un módulo de liderazgo empático en seguridad, donde entrenamos a los mandos medios a observar conductas con sentido humano, no solo técnico. El impacto fue claro: se incrementaron los reportes proactivos, se redujeron los “near misses” y surgieron líderes que inspiraban en lugar de imponer.
Este tipo de resultados confirman que los factores psicosociales son determinantes en la cultura de la seguridad (Neffa, 2019).
Neuroprevención: donde la seguridad se encuentra con el ser humano
La neuroprevención es uno de los pilares de mi práctica profesional. Nos recuerda que la fatiga, el estrés crónico o la falta de reconocimiento afectan directamente los lóbulos frontales del cerebro, deteriorando la capacidad de atención, juicio y memoria (Goleman, 1995).
Es decir, la seguridad cognitiva se ve afectada mucho antes que el cuerpo cometa un error.
En Chile, durante la implementación de un programa SBC en una empresa del sector energía, uno de los operadores tras una sesión grupal confesó entre lágrimas que no dormía bien hace meses por turnos rotativos mal gestionados. Ese dato jamás había sido recogido por los sistemas de vigilancia tradicionales.
Pero la empatía en la conversación lo reveló.
Gracias a la intervención, la empresa reestructuró los horarios y aplicó herramientas de higiene del sueño y neuroregulación, lo que se tradujo en menos errores operativos y mayor satisfacción laboral.
Esto es coherente con estudios recientes que muestran que la fatiga está relacionada con hasta el 13% de todas las lesiones laborales reportadas (National Safety Council, 2019), y que los trabajadores fatigados tienen un 70% más de probabilidades de involucrarse en accidentes (Journal of Occupational and Environmental Medicine, 2018).
SBC e inteligencia emocional: el puente entre la norma y la conciencia
La Seguridad Basada en el Comportamiento (SBC) no es vigilancia: es una estrategia de transformación cultural.
En una sesión con líderes de una compañía de construcción, trabajamos el concepto de «dar retroalimentación como acto de respeto, no de corrección».
Uno de los jefes comentó:
“Nunca me había dado cuenta de que solo hablo con mi equipo cuando hay errores. Nunca cuando hacen algo bien.”
Desde ese momento, implementamos un sistema simple de refuerzo positivo diario. En apenas un mes, mejoró la cohesión del equipo, se incrementaron las observaciones preventivas y disminuyeron los reportes reactivos.
Este enfoque coincide con lo planteado por Goleman (1995), quien subraya que la inteligencia emocional es esencial para liderar con impacto, especialmente en entornos de riesgo donde el estrés y la presión afectan el rendimiento cognitivo y social.
Por lo cual, La Tecnología sí, pero al servicio del cuidado, La IA seguirá creciendo, y debemos celebrarlo. Pero no olvidemos que ni el mejor algoritmo puede detectar la angustia que se esconde detrás de una sonrisa forzada.
La inteligencia artificial puede mirar miles de datos en segundos, incluso anticipar riesgos con gran precisión. Pero hay algo que no puede hacer: observar con empatía, interpretar el silencio emocional de un trabajador, y actuar desde la conciencia.
Porque mirar es registrar, ver es analizar… pero observar es comprender desde el corazón, con inteligencia emocional y propósito preventivo.
Porque cuando se trata de salvar vidas, los datos nos orientan, pero solo la empatía nos conecta.
y es ahí justo ahí, donde comienza la verdadera transformación cultural: cuando un líder deja de ver indicadores y empieza a observar comportamientos comienza a observar a las personas.
Referencias
- Goleman, D. (1995). Emotional Intelligence: Why It Can Matter More Than IQ. New York: Bantam Books.
- Journal of Occupational and Environmental Medicine (2018). Fatigue and Safety Outcomes in the Workplace: A Meta-Analytic Review.
- National Safety Council (NSC) (2019). Fatigue in the Workplace: Causes & Consequences. Chicago: NSC.
- Neffa, J.C. (2019). Los riesgos psicosociales en el trabajo: una nueva mirada. Buenos Aires: CEIL-CONICET.
Con aprecio y Cariño, Carmen